¿Quién no recuerda con ternura momentos de la infancia en la que construir una “casita propia” donde jugar añadía un plus de ilusión a nuestros juegos? Y en ese proceso de construir nuestro propio espacio, daba igual el material (cojines, sábanas, cartones, …), proyectábamos nuestras ilusiones de un rico mundo interior al estilo de “Peter Pan”. Pues de eso se trata, de volar… de alzar el vuelo con la imaginación y hacer que los sueños de un mundo imaginado cobren forma dentro de ese universo compartido que nuestra escuela.
Y es que no podemos olvidar que el aprendizaje puede generarse en cualquier momento, en cualquier lugar, también fuera de muros del salón al que tan acostumbrados estamos. Es muy fácil perder la perspectiva y olvidar que el inicio de la actividad educativa fue extramuros.
Hemos intentado dar un pequeño salto en ese concepto de la educación expandida y la confluencia de contextos, ofreciendo un espacio para generar ilusión y motivación donde crear un universo mágico propio que confluya en la perspectiva colectiva de compartir una experiencia de aprendizaje en un escenario compartido. Y para ello hemos creando una cueva anexa al edificio de infantil. Una cueva lo suficientemente grande como para implementar sesiones con grupos de 10 a 15 niños y niñas, lo suficientemente pequeña para ser considerada propia, de su tamaño, con los elementos que facilitan la identificación con el mundo infantil.
Basándonos en que la educación no debe estar centrada en las ideas del docente de cómo, cuándo y dónde enseñar, sino en las motivaciones de lo alumnos en aprender, facilitando la personalización de los aprendizajes y partiendo del universo objetivo y subjetivo de nuestro alumnado, se ofrece el escenario ideal para la interacción didáctica.
No olvidemos que aprender es, sobre todo, interactuar. Pero no vale cualquier interacción, ha de ser positiva, motivante, con un elevado nivel de afecto al tiempo que de exigencia. No nos confundamos porque igual que los patrones autoritarios crean disfunciones a largo plazo, la permisividad es igualmente nociva tanto para el desarrollo personal como el educativo de nuestros infantes.
No aprenderemos nada significativamente si no le ponemos corazón. Y para ello hay que exigir al máximo de sus capacidades, de forma firme afectuosa, estando disponible en nuestro rol adulto y ofreciendo escenarios que estimulen los mundos mágicos de creación colectiva. Esperamos que nuestra “English Cave” nos ayude a cumplir todos estos retos.
Ricardo Jambrina
CCEE Reyes Católicos