(Belén y Felicidad. Alumnas de 1º de Bachillerato y participantes en el proyecto Techo). Era domingo, muy de mañana, y habíamos quedado en la estación 142 de TransMilenio, un supuesto medio de transporte bastante inseguro que hace las veces de metro en una ciudad de casi ocho millones de habitantes.
Adormecidas por el incesante vaivén del autobús, observábamos ensimismadas un constante subir y bajar de caras de todos los días que delataban sus sueños, sus luchas y sus penas. Fuera también se nos revelaba la ciudad en su crudeza, y a varias cuadras del centro la policía custodiaba una plaza desalojada meses antes; los indigentes no podían establecerse allí, pero la despiadada realidad de la vida en esas calles era difícil de ocultar.

Desviamos entonces la mirada y nos refugiamos en el esfuerzo, la valentía y la voluntad de los participantes del proyecto Techo. Las tareas acumuladas, los empujones en el autobús o madrugar en domingo parecía no importarles; sólo contaba llegar a tiempo a Ciudad Bolívar y, con tan solo unos clavos de arrojo, algunas maderas de voluntad y el martillo de la justicia, organizar el ropero, preparar actividades para los pequeños y descubrir necesidades urgentes.

Una vez allí, nos esperaba una empinada pendiente que había que subir. Daba vértigo mirar hacia arriba y nos rodeaban montañas de asentamientos ilegales; el nuestro era uno más. Quedaba muy arriba y parecía una meta inalcanzable, pero no había duda en los rostros de los chicos y las chicas: en su día de descanso y con sus pocas herramientas, se disponían a poner Techo a esas montañas. Comprendimos entonces el significado de la palabra VOLUNTAD.