Había una vez un pequeño ratón que vivía, con su familia, dentro de una gran caja de galletas. Era un lugar confortable para vivir porque estaba situada en el almacén de la famosa confitería Prast, justo en el número ocho de la calle del Arenal, en pleno corazón de Madrid y no muy lejos del Palacio Real.
El pequeño ratoncito se escapaba frecuentemente de su domicilio y, a través de las cañerías de la ciudad, llegaba a las habitaciones de todos los niños que habían perdido algún diente. Era un ratoncito muy valiente porque tenía que esquivar a los veloces gatos que se lo querían comer. Un día el pequeño Rey Buby I (que luego sería conocido por Alfonso XIII) descubrió, en el desayuno, que había perdido uno de sus pequeños dientes. Rápidamente se lo contó a su mamá (la Reina María Cristina. Envolvieron el diente en un pequeño pañuelo de encaje y lo colocaron debajo de la almohada. Esa noche le costó quedarse dormido porque la impaciencia y los nervios se habían apoderado de su cabecita. Ya se había dormido cuando un suave roce lo despertó. Rápidamente miró en el pañuelo y, en vez del diente, encontró una monedita.
Su mamá le explicó que ese pequeño regalo lo reciben todos los niños y niñas del mundo por sus pequeños dientes. También le explico que cuando fuese mayor y gobernase el Reino debería hacerlo teniendo presente el valor de la fraternidad humana, protegiendo a todos por igual ya sean ricos o pobres. Todos los niños y niñas saben que cuando se les cae un diente de leche, lo tienen que colocar debajo de su almohada y según dice la tradición esa noche mientras duermen el pequeño ratoncito se lo cambiará por una moneda.
El ratoncito Pérez hace tiempo que se independizó de su familia en Madrid y ha estado viajando y viviendo por todo el mundo. Cuando llegó a Bogotá le ofrecimos establecer su casa en el Colegio Reyes Católicos, para estar más cerca de las niñas y los niños. Y nos dijo que sí. Así que le construimos una casita para que pueda estar con nosotros día a día…

